En la actualidad, hablamos de varios conceptos que resumen distintas formas de enfocar la implantación de la tecnología en la industria y que atienden a la complejidad y al valor que se espera obtener de esta transformación digital. No siempre el concepto más ambicioso es el mejor, dependerá de los retos y las necesidades que tenga una determinada empresa.
Una Industria más Inteligente es la única vía para cambiar la industria, de forma que destaque por su papel estratégico y siga siendo el motor de la economía.
Por ello, es importante diferenciar entre tres conceptos clave: Digital Factory, Smart Factory y Smart Industry.
Digital Factory
Como Digital Factory entendemos aquella fábrica en la que todo está conectado: productos, máquinas, sistemas y personas, compartiendo información en tiempo real de manera transparente y añadiendo ciertos niveles de inteligencia que mejoran la toma de decisiones. Permite conseguir mejoras significativas con tecnología barata, sencilla y de fácil implantación.
Se trata de un concepto que se puede aplicar por separado a distintos aspectos de gestión de la fábrica, desde la eficiencia energética a la planificación, pasando por la optimización logística o la eficiencia de los activos.
Smart Factory
La Smart Factory permite cambios profundos en sus operaciones. Consiste en un nivel avanzado de digitalización, donde se consigue la automatización en la toma de decisiones a través de la orquestación de distintas tecnologías y modelos de Inteligencia Artificial.
Una Smart Factory debe estar totalmente virtualizada para poder operar de manera autónoma y flexible adaptándose a cualquier circunstancia. La dificultad de implantación es alta, en ocasiones solo es recomendable para nuevas fábricas o ante la necesidad de un cambio de modelo por las circunstancias del entorno.
Smart Industry
Los mismos conceptos y tecnologías que aplicamos a la Smart Factory pueden ser aplicados a un grupo de fábricas, por lo que son extensibles a cadenas de suministro. Hablamos entonces de un concepto más amplio, el de la Smart Industry, que nos permite incrementar de manera muy significativa el valor que aporta la tecnología.
Algunos ejemplos de lo que este concepto permite son: planificación para la optimización conjunta de todos los recursos en la cadena de suministro, el aseguramiento de la calidad de los productos teniendo en cuenta desde la materia prima hasta la última operación de montaje, o modelos de economía circular totalmente robustos y precisos.
